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Ainoa, Paula, Alba y Daniel, nos siguen contando sus intensos días de su voluntariado en Ruanda. (Parte 2)

Durante las últimas semanas, nuestros voluntarios cada vez se sienten más cómodos con su voluntariado y con la labor que desempeñan en la la Escuela La Salle de Kirenge, en la que continúan apoyando en las clases de inglés, además nos cuentan que cada día disfrutan más de todos los niños, niñas y jóvenes con los que conviven diariamente.

Entre semana siguen apoyando a la comunidad de Hermanos de La Salle en las compras de comida y demás materiales y suministros necesarios para la casa en la que viven de forma temporal en el país africano. Nos detallan que en uno de esos días, la contable de la Escuela La Salle de Kirenge, que es muy amiga del Hno. Julien, se les acercó y les invitó a cenar a su casa junto con toda su familia. Fue una cena muy familiar y emotiva, y en la que se sintieron como en casa.

En uno de los fines de semana, en los que suelen descansar y hacer algo de turismo, tuvieron la ocasión de ir a visitar el Lago Kivu, junto a los profesores que están en el programa de vacaciones de la Escuela La Salle de Kirenge. Salieron muy temprano para aprovechar la jornada, y se detuvieron en el Instituto de Artes de La Salle, y en ese lugar se encontraron con los voluntarios de Proyde Andalucía que también se encuentran realizando su voluntariado en Ruanda. Además, también coincidieron con las Hermanas Guadalupanas de La Salle, con las que pudieron hablar y conocerlas, y visitar parte de las instalaciones de sus obras y comunidad.

Posteriormente, se acercaron a la frontera con el Congo, pero se quedaron en tierra de nadie. Al final, todos juntos pusieron rumbo hacia el Lago Kivu, y cerca de allí pudieron comer un delicioso pescado con patatas fritas que disfrutaron muchísimo, y aprovecharon para subir a una barca y dar una vuelta al famoso lago africano. Más tarde, fueron a una playa donde se pudieron bañar, aunque alguno prefirió sentarse en la playa y descansar. El viaje al Lago Kivu, fue largo y agotador, por lo lejos que estaba y porque tuvieron que superar algunos controles de la policía ruandesa.

Y también nos cuentan que como es habitual, los domingos se juntan con la comunidad para compartir vida y tiempo que siempre sobra en África. Además, sacaron suculentos embutidos y vino español que hicieron las delicias de los Hermanos.

Como leéis, nuestros voluntarios siguen disfrutando de su experiencia de voluntariado en Ruanda.

¡Hasta la próxima crónica!

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